Los medios y los desaparecidos. Por Nivangio Donisvere.
“Estoy con un amigo”. Eso fue lo último que le dijo Luciano Nahuel Arruga a su madre Mónica antes de salir de su casa del barrio 12 de Octubre en Lomas del Mirador. Cuatro horas después, desapareció. Desde el 31 de enero pasado no hay rastros de él. La familia apunta al destacamento policial de Lomas del Mirador: se basan en el accionar policial porque un testigo que estuvo detenido el mismo día de la desaparición de Luciano dijo haberlo visto en la comisaría de la zona “con muchos golpes y muy mal. Lo golpearon hasta matarlo”. Vanesa Arruga sostiene que su hermano era constantemente perseguido por la policía que “siempre lo paraba en la calle por portación de cara, lo maltrataban y agredían verbal y físicamente”.
En la madrugada del sábado 31 de enero, Luciano fue a visitar a Oscar, un amigo del barrio. Al llegar a la puerta tocó timbre, pero cuando Oscar fue a atender Luciano ya no estaba en la vereda. “Hay vecinos que lo escucharon gritar ‘no quiero agarrar eso, no es mío’”, dijo su hermana Vanesa Orieta.”
El 28 de febrero Luciano cumplió 17 años. Vivía en una casilla humilde de Lomas del Mirador con su madre y dos hermanos: Mario, de 13, y Mauro, de 10 años. A la tarde se juntaba con los amigos. Según su hermana “no estaba metido en ningún quilombo”. Había decidido arrancar la secundaria. En una pierna se había tatuado el nombre de su hermana, “Vane”, y en el brazo izquierdo la letra “M”, de mamá.” Éste es el extracto de la muy completa nota que el diario “Crítica digital” publicó el 26 de marzo de este año.
Pero Luciano no salió en ningún cartel en un patrullero. A Luciano no se lo recuerda diariamente. A Luciano no lo persiguen por cuestiones políticas. A Luciano -como a Walter Bulacios, como a Miguel Bru, como a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán, como a Carlos Fuentealba- lo mató un perverso sistema de injusticias manejado por aque-llos que, justamente, deben administrar la justicia.
A Luciano, como a tantos otros, lo desapareció la policía bonaerense –la propia familia dice que no tiene esperanzas de encontrarlo vivo, pero nos gustaría tener esa esperanza-. En el mismo artículo, dice: “Si se confirma que Luciano estuvo detenido en la comisaría estamos ante un caso parecido al de Miguel Bru (un estudiante de periodismo de 23 años desaparecido en 1993, que murió torturado en una comisaría platense según se probó en un juicio oral y público). Luciano era menor y no podían tenerlo detenido. Pasa muchas veces que a la policía se le va la mano y luego hacen desaparecer el cuerpo”, dijo Pablo Pimentel, abogado de la familia Arruga y miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza. Ese destacamento -sospechado muchas veces, defendido otras tantas- pedido por los buenos vecinos para cuidar sus casas de otros pibes, quizás, como Luciano.
Porque nadie puede valorar si un asesinato es más o menos justo. Todos son injustos y dolorosos. Recordemos otro joven asesinado por una organización ilegal, delincuencial, como fue el caso de Axel Blumberg. Y recordemos cuántas veces oímos y vimos y sentimos el dolor terrible de un hombre herido en la figura de su padre, reclamando por justicia y recordemos la insistencia de los todopoderosos medios de comunicación al difundir y reiterar y abusar de ese dolor y esa injusticia. Y sí, hubo justicia, pero muchos interesados política y económicamente se colgaron del dolor pensando en sus propios beneficios. No en el bien común.
Pero Luciano es un pibe pobre. Un desclasado. Una pesada carga, como es cualquier pibe pobre que no tiene oportunidades, para el poder político y económico, porque les marca lo que hacen mal, porque es un cachetazo en la cara de los corruptos y miserables que no piensan en el bien común. De los que hunden a los pibes, a todos los pibes en la más profunda de las miserias, la pobreza humana y la ignorancia moral. Uno de esos chicos que, como dice la canción, “son bombas pequeñitas”, a punto de estallar, usados, manipulados, abusados por las mafias enquistadas en el poder –político, policial, judicial-, para satisfacer sus nefastos intereses.
Pobre Luciano, ser pobre.
Pobres pibes, ser pibes...
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