Por Nivangio Donisvere
Se oye en todos lados el reclamo del hombre común, el buen cristiano padre de familia que desea su progreso personal para el bien de su familia, que reclama a gritos: "protestódromo ya, señor Macri". Y, desde la barricada, los anarco-troskos tira piedras libertarias les gritan la frase del peronista: "para hacer una tortilla, hay que romper los huevos".
Toda protesta, originalmente, es una exposición pública, una declaración a la sociedad, la transmisión de nuestras ideas. Y para que tal origen semántico se cumpla, se debe aplicar un principio fundamental del discuro aristotélico, el exordio, que se utiliza para llamar la atención del auditorio. Alguien pregunta "¿les hubieran dado bola a los despedidos?". No, respon-do. Olvídense, nadie. No, a los trabajadores no se les da la entidad de seres humanos y los echan por pedir quince días de profilaxis por la Gripe Porcina A. Los paros de algunos gremios son de efecto inmediato (y trágico); los de otros, sólo se manipulan para dar vuelta el discurso. Los Camioneros, si paran , detienen el país y se les da lo que quieran. Los docentes, si paran, son unos vagos hijos de puta –pero responsables de la educación de los hijos de la sociedad…-, se les da 40 pesos en negro. Imaginate a unos galletiteros que piden nadie sabe muy bien qué, pero seguro es algo más digno de lo que el común de la sociedad no sabe ni reclamar, y, encima, les cortan el paso a la gente de zona norte que, tomándose un café en esas tazas grandotas con tapa que usaba Hadad, a esa gente que no puede llegar a sus oficinas. Y a mucha gente más, claro, a otros obreros, claro (pero seguro que el trabajador no se queja de un corte de trabajadores, y, si queja, que se joda, por carnero, empleado chupamedia de don Carlos).
El piquete es válido, justamente, por el quilombo que genera. La protesta es un ejercicio cívico a la que la sociedad debería acostumbrarse, no a soportar, sino a ejercer. Si todos hiciéramos oir nuestro reclamo cada vez que hay algo que no es justo, si la CGT no fuera ese nido de sospechosos y fuera una verdadera Central Obrera, si el paro general no fuera una utopía, lograríamos, de verdad, tener un control sobre la actividad de los políticos. El número hace la fuerza, muchachos. O los huevos, como la gebte de Terrabusi. Lástima que cuando son pocos, todo cuesta más y hay que alargar la lucha. Pero, ¿cuánta de la gente que se quejan de los cortes tienen las suficientes pelotas para bancarse una protesta así, si les pasara lo mismo?. No, ninguno; cobran dos mangos, no tienen vacaciones, licencia médica, el más mínimo respeto por su propia dignidad y una nula concepción del concepto político de sociedad… claro, exagero un poco, pero que ninguno tienen la menor conciencia de solidaridad social, porque mientras puedan hundir a alguien –compañero, cliente, paciente, lo que sea- entienden que está bien y que si te estafan sos un pescado, es decir, se creen la gran cosa, cuando son esbirros del poder, esclavos gerenciales de los poderosos de turno, prostitutas del dinero y el supuesto poder que creen tener cuando les dicen que son empleados del mes, pobre gente de escasos recursos reflexivos. El trabajador –no el que se cree gerente, aunque sea data entry- suele no tener mucho más coraje por que suele no querer ser como su patrón; la patronal y los trabajadores se distancian, porque el obrero se sabe, orgullosamente, obrero. No quiere sentarse en el (sillón del) gerente. Por eso, le chupa un huevo lo que piense el jefe, no le lame las botas y le reclama. Como corresponde, bah. Cuando vos sos un arrastrado y lo único que te interesa es tu bienestar personal y satisfacer tus necesidades, te vas a dejar culear de parado por tu gerente con tal que te invite a almorzar con sus colegas garcas. Porque estar en contra del trabajador es estar a favor de las patronales corporativas. Y sonará marxista-trosquista-guevarista, pero no me interesa en lo más mínimo. Es así. Por eso el gobierno nacional –y su acólito provincial-, sólo enviaron policías para dentro de la fábrica. Los policías que fueron “apalea-dos” por trabajadores que tenían terribles y contundentes piedras, mientras ellos, la fuerza de seguridad, con cascos, escudos, chalecos antibala, botas con punta de acero, caballos, macanas, esposas, re-glamentarias, gases lacrimógenos, camperones, anteojeras, aman-salocos, balas de goma y de las otras, pobres e indefensos, intenta-ban imponer el orden. “Los activistas de Terrabusi (nunca hablan de Kraft, para no ensuciar, ¿vio?), agreden a oficiales de policía”, dicen los medios que mira esa gente.
Los piquetes son válidos. Sino pregúntenle a Clorín y a todos los mogos que salieron a cacerolear por el campo, mirá cómo le fue al campo por piquetear en las rutas nacionales. Mirá nomás… ¿Sabés qué pasa? Miguel de Unamuno lo dice en el prólogo de “Abel Sánchez”. “Toda esa apestosa enemiga de los neutros, de los hombres de sus casas, contra los políticos, ¿qué es sino envidia? ¿De dónde nació la vieja inquisición, hoy rediviva?”, es decir, sabés por qué la clase media apoya a los garcas del campo, a Clorín y a todo aquél que aún arruinándole la vida a alguien sea rico y poderoso… por envidia. ¿Qué haría el comerciante, el pequeño profesional, si fuera diputado? ¿Sería honesto y lucharía por el pueblo? ¡Ni en pedo! Sería el más corrupto, transero y conservador de todos, cosa de que nadie los joda para seguir en la fiesta. No me jodan. Esa clase media chota que se queja de los piquetes y quiere meter bala, son lo mismo que los políticos que tanto odian. Por eso aborrecen al trabajador que se niega a ser, como ellos, esclavos. Un poco de dignidad. Eso es lo que demuestran los trabajadores de Kraft. Porque les chupa un huevo los patrones yanquis, el sindicato de Daer, Vilma Ripoll, los auto-movilistas… Dignidad. Y sí, cortan la ruta. ¿Y?. Ellos se quedan sin trabajo; nosotros llegamos tarde. Cuando, en el menemato, sucedía lo mismo, a todos nos chupaba un huevo… ¡aun a los despedidos que se compraban un autito para remís o un parripollo…! Y así que-damos. Solos, desnudos y manoseados.
Y sí, los piquetes son válidos. Porque molestan a la pelma. Y los clasemedia meten presión a los grupos, porque consumen y son la “opinión pública”… ¿Alguien piensa que si la comunidad, en su conjunto, no metiera algún tipo de presión, a los señores políticos les interesaría, a los piratas gerentes de las multinacionales les importaría?, ¡si ellos los rajaron, qué carajo les importa!… Pero yo tengo una solución a los piquetes. El único momento donde la gente va a dejar de cortar calles para que los vean, es cuando la gente los vea sin que sea necesario reclamarlo. Porque el problema es ver al otro. Los trabajadores están pidiendo a la sociedad que los mire, que les dé una mano. Cuando la gente, ese cuerpo social concreto, mire un poco más al que necesita, y aunque sea sólo apoye al que necesita, al menos que no se le ponga en contra. Así, y solo así, cuando el aborrecimiento caiga sobre el que comete la injusticia, y no sobre la víctima, sólo ahí, se acabará el asunto. Mientras tanto, la clase media se queja –que es lo único que hace-; el trostkysmo se pelea con el justicialismo social –que se olvida de los trabajadores cuando es necesario-, los medios se limpian la sangre con un discurso de batalla y una estética de muerte… y los trabajadores siguen solos cagados de bronca, rabiosos, impotentes, algo hambreados… pero dignos.