martes, 27 de octubre de 2009

¿Qué es esto?

Es la gran pregunta, que nuestros lectores nos hicieron cuando salimos a la calle. Y, más o menos, le explicábamos, así de improvisto. Aún hoy, nos siguen preguntando: ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Para qué se gastan?.
                Frente a tantas preguntas, nos vimos en la NECESIDAD/OBLIGACIÓN de escribir las respuestas a tantos interrogantes. Escribirlas para no tener que estar explicando a cada uno, y para que cada uno de los lectores, tenga la posibilidad de leer, re-leer y opinar acerca de lo que pensamos, decimos y hacemos.
                Básicamente somos un grupo de repodridos, cansados y molestos escribas que nos propo-nemos cansar, molestar y evidenciar las miserias de una sociedad que, de seguir con este rumbo, va a terminar por autodestruirse, porque busca cada vez más, la “autosalvación” a costas de - si el fin lo requiere- pisarle la cabeza al más pequeño, o hambriento y “boludo” de sus pares. Decimos repodridos,  cansados y molestos escribas, pero no solamente de ver como unos cagan a otros, sino de ver y escuchar a todos aquellos que dicen “todo es una mierda”, “todo esta perdido”, “esto no cambia mas”, “todos cagan a todos, ¿por qué yo no?” ... y, por fin, el remate de todos estos dichos “¿Y QUE QUERÉS QUE HAGA?”. Nosotros QUEREMOS HACER ALGO, y en principio es DECIR aquello que pensamos, y, de esa forma, creemos comenzar con posibles propuestas a soluciones, porque mien-tras haya uno que piense así, significa que puede haber otros. Es decir  NO TODO está perdido, NO TODOS son iguales.
                Si, 2 Pala. No es mucho, pero es algo. Palas para cavar; para buscar. Palas para correr montañas de obstáculos, para mover. Palas para hacer. 2 Pala, para trabajar. 2, es un inicio de algo en conjunto. ¿Queremos ser siempre 2? Claro que no, depende un poco de nosotros, y otro poco de los otros. Otra vez el 2, nosotros y otros.
                ¿Qué nos queda entonces? Seguir, escu-char, pero también plantar. Algo para lo cual, la Pala es fundamental. Podés entonces disentir, podés discutir, podés opinar. Podrán querer tapar-nos con un camión de estiércol, pero más temprano que tarde, nos destaparemos, porque tenemos Pala. 2 Pala, incansables, tosudas. Toscas. Troscas. Ácratas. Siempres dispuestas a hacer para los que más difícil la tienen, 2 palas para dar pelea. Que pueden llegar a multiplicarse para hacer más, para discutir más. Eso es lo que somos, y que dia a dia intentamos ser y hacer.
                Así es que, a todos aquellos que quieran sumarse, ¡Vamos! ¡Y que la 2-pen! Y a todos aquellos que quieran tapar, taparnos, mandarnos a quién sabe dónde, le decimos: VOS, 2-PALA! 

Apología de los exabruptos de Prometeo. 
Por Karl Gustav Wilckens.



   Entre la euforia y el relax de haber clasificado para el mundial de fútbol de 2010, en Sudáfrica, en un agónico triunfo ante Uruguay por 0-1, los hombres de la selección nacional desataron sus poéticas versiones del apoyo mediático a su campaña. Sí, fue desastrosa, eso no lo puede negar nadie. Pero más desastroso fue el sistemático ensañamiento con su DT, Diego Armando Maradona, y muchos jugadores.  Basta revisar los diarios y  los programas –no sólo deportivos, sino de cualquier género donde pu-diera aparecer la actualidad- para ver la notable asiduidad con la que se lo culpaba al crack de todos los males del conjunto naci-onal. Repito, sí, fue un desastre, pero. Maradona, gústenos o no, siempre ha sido un hombre que hizo lo que quiso, sin detenerse a pensar en lo que los demás pensarían o dirían de él. Siempre se le permitió todo; siempre pudo todo. ¿Qué podrían pretender a-hora, estos estúpidos jueces de moralidad que salen a rasgarse las vestiduras por las malas palabras que propinó Diego Maradona?. Y así como siempre ejerció su irreprimible furia verbal, también su enorme capacidad creativa para la mágica gambeta, el zurdazo feliz, la gloriosa inventiva, la infinita velocidad de pensamiento y el desborde absoluto, aquello que lo hizo único ante los ojos del mundo. Ese hombre no puede ser contenido. Y lo sabemos. Nadie pudo contener su gambeta. Ni su llanto. Ni sus adicciones. Ni su afecto. Ni, sobre todo, su palabra. Esa palabra dura, violenta, grave, provocadora. Esa marca de Maradona. Esa nota dionisíaca de romper con lo impuesto por el poder social como “bueno”, esa incorrec-ción política, es lo que provoca esta apología de sus dichos. La palabra como patada al pecho, la palabra como violencia conte-nida, la palabra que le mueve la estantería a los bien  pensantes, a los que no se juegan, a los soberbios intolerantes.  Maradona fue como el Prometeo que le sacó a los dioses de la idea, de la palabra, a los periodistas, su fuego sagrado, la palabra provocadora, chocante, no pensada, no reflexiva.
Maradona no dijo lo que todos oímos que dijo. Dijo, en realidad, que la crítica que les hicieron excedió el sentido común, que trascendió la realidad y que se transformaron vulgares rumores en verdades absolu-tas y tremendistas que fueron transmitidas a una sociedad de necios que sólo repite la información de los medios, enciclopédicamente, sin interpre-tación ni valoración intelectual, y que, esos mismos medios, utilizan cualquier situación para sus propios intereses económicos y políticos (no olvi-demos el apoyo ferviente de Maradona a la ley de medios, habiendo sido, quizás, uno de los primeros que, públicamente, expresó su apoyo). Esos mismos medios que hoy lo bastardean, fueron los que criticaron a Juan Román Riquelme y nunca reconocieron el gesto del DT. Esos mismos medios, que se horrorizan por las palabras soeces y vulgares, son los mismos que las repiten hasta el hartazgo, condenándolas pero exponiéndolas, y que bombardean al público, en cualquier horario, con mujeres relegadas a un segundo plano (económicamente, esclavas, sombra del hombre; sexualmente, humilladas, rebajadas a objetos y sencillamente, humilladas), con homosexuales expuestos como fenómenos, juzgados y humillados; con pobres como productores de todos los males sociales -y no producto de ellos-; con jóvenes, acusados y perseguidos...  Esos medios son los que uno defiende cuando denosta aquello que dijo Maradona.
Sí, quizás la forma no sea aceptable, pero creo que a quien está dirigido el improperio y la forma en que fue expresado, no está mal.

De las luchas obreras y la dignidad.


Por Nivangio Donisvere




Se oye en todos lados el reclamo del hombre común, el buen cristiano padre de familia que desea su progreso personal para el bien de su familia, que reclama a gritos: "protestódromo ya, señor Macri". Y, desde la barricada, los anarco-troskos tira piedras libertarias les gritan la frase del peronista: "para hacer una tortilla, hay que romper los huevos".
Toda protesta, originalmente, es una exposición pública, una declaración a la sociedad, la transmisión de nuestras ideas. Y para que tal origen semántico se cumpla, se debe aplicar un principio fundamental del discuro aristotélico, el exordio, que se utiliza para llamar la atención del auditorio. Alguien pregunta  "¿les hubieran dado bola a los despedidos?". No, respon-do. Olvídense, nadie. No, a los trabajadores no se les da la entidad de seres humanos y los echan por pedir quince días de profilaxis por la Gripe Porcina A.  Los paros de algunos gremios son de efecto inmediato (y trágico); los de otros, sólo se manipulan para dar vuelta el discurso. Los Camioneros, si paran , detienen el país y se les da lo que quieran. Los docentes, si paran, son unos vagos hijos de puta –pero responsables de la educación de los hijos de la sociedad…-, se les da 40 pesos en negro. Imaginate a unos galletiteros que piden nadie sabe muy bien qué, pero seguro es algo más digno de lo que el común de la sociedad no sabe ni reclamar, y, encima, les cortan el paso a la gente de zona norte que, tomándose un café en esas tazas grandotas con tapa que usaba Hadad, a esa gente que no puede llegar a sus oficinas. Y a mucha gente más, claro, a otros obreros, claro (pero seguro que el trabajador no se queja de un corte de trabajadores, y, si queja, que se joda, por carnero, empleado chupamedia de don Carlos).
El piquete es válido, justamente, por el quilombo que genera. La protesta es un ejercicio cívico a la que la sociedad debería acostumbrarse, no a soportar, sino a ejercer. Si todos hiciéramos oir nuestro reclamo cada vez que hay algo que no es justo, si la CGT no fuera ese nido de sospechosos y fuera una verdadera Central Obrera, si el paro general no fuera una utopía, lograríamos, de verdad, tener un control sobre la actividad de los políticos. El número hace la fuerza, muchachos. O los huevos, como la gebte de Terrabusi. Lástima que cuando son pocos, todo cuesta más y hay que alargar la lucha. Pero, ¿cuánta de la gente que se quejan de los cortes tienen las suficientes pelotas para bancarse una protesta así, si les pasara lo mismo?. No, ninguno; cobran dos mangos, no tienen vacaciones, licencia médica, el más mínimo respeto por su propia dignidad y una nula concepción del concepto político de sociedad… claro, exagero un poco, pero que ninguno tienen la menor conciencia de solidaridad social, porque mientras puedan hundir a alguien –compañero, cliente, paciente, lo que sea- entienden que está bien y que si te estafan sos un pescado, es decir, se creen la gran cosa, cuando son esbirros del poder, esclavos gerenciales de los poderosos de turno, prostitutas del dinero y el supuesto poder que creen tener cuando les dicen que son empleados del mes, pobre gente de escasos recursos reflexivos. El trabajador –no el que se cree gerente, aunque sea data entry- suele no tener mucho más coraje por que suele no querer ser como su patrón; la patronal y los trabajadores se distancian, porque el obrero se sabe, orgullosamente, obrero. No quiere sentarse en el (sillón del) gerente. Por eso, le chupa un huevo lo que piense el jefe, no le lame las botas y le reclama. Como corresponde, bah. Cuando vos sos un arrastrado y lo único que te interesa es tu bienestar personal y satisfacer tus necesidades, te vas a dejar culear de parado por tu gerente con tal que te invite a almorzar con sus colegas garcas. Porque estar en contra del trabajador es estar a favor de las patronales corporativas. Y sonará marxista-trosquista-guevarista, pero no me interesa en lo más mínimo. Es así. Por eso el gobierno nacional –y su acólito provincial-, sólo enviaron policías para dentro de la fábrica. Los policías que fueron “apalea-dos” por trabajadores que tenían terribles y contundentes piedras, mientras ellos, la fuerza de seguridad, con cascos, escudos, chalecos antibala, botas con punta de acero, caballos, macanas, esposas, re-glamentarias, gases lacrimógenos, camperones, anteojeras, aman-salocos, balas de goma y de las otras, pobres e indefensos, intenta-ban imponer el orden. Los activistas de Terrabusi (nunca hablan de Kraft, para no ensuciar, ¿vio?), agreden a oficiales de policía”, dicen los medios que mira esa gente.
Los piquetes son válidos. Sino pregúntenle a Clorín y a todos los mogos que salieron a cacerolear por el campo, mirá cómo le fue al campo por piquetear en las rutas nacionales. Mirá nomás… ¿Sabés qué pasa? Miguel de Unamuno lo dice en el prólogo de “Abel Sánchez”. “Toda esa apestosa enemiga de los neutros, de los hombres de sus casas, contra los políticos, ¿qué es sino envidia? ¿De dónde nació la vieja inquisición, hoy rediviva?”, es decir, sabés por qué la clase media apoya a los garcas del campo, a Clorín y a todo aquél que aún arruinándole la vida a alguien sea rico y poderoso… por envidia. ¿Qué haría el comerciante, el pequeño profesional, si fuera diputado? ¿Sería honesto y lucharía por el pueblo? ¡Ni en pedo! Sería el más corrupto, transero y conservador de todos, cosa de que nadie los joda para seguir en la fiesta. No me jodan. Esa clase media chota que se queja de los piquetes y quiere meter bala, son lo mismo que los políticos que tanto odian. Por eso aborrecen al trabajador que se niega a ser, como ellos, esclavos. Un poco de dignidad. Eso es lo que demuestran los trabajadores de Kraft. Porque les chupa un huevo los patrones yanquis, el sindicato de Daer, Vilma Ripoll, los auto-movilistas… Dignidad. Y sí, cortan la ruta. ¿Y?.  Ellos se quedan sin trabajo; nosotros llegamos tarde. Cuando, en el menemato, sucedía lo mismo, a todos nos chupaba un huevo… ¡aun a los despedidos que se compraban un autito para remís  o un parripollo…! Y así que-damos. Solos, desnudos y manoseados.
Y sí, los piquetes son válidos. Porque molestan a la pelma. Y los clasemedia meten presión a los grupos, porque consumen y son la “opinión pública”… ¿Alguien piensa que si la comunidad, en su conjunto, no metiera algún tipo de presión, a los señores políticos les interesaría, a los piratas gerentes de las multinacionales les importaría?, ¡si ellos los rajaron, qué carajo les importa!… Pero yo tengo una solución a los piquetes. El único momento donde la gente va a dejar de cortar calles para que los vean, es cuando la gente los vea sin que sea necesario reclamarlo. Porque el problema es ver al otro. Los trabajadores están pidiendo a la sociedad que los mire, que les dé una mano. Cuando la gente, ese cuerpo social concreto, mire un poco más al que necesita, y aunque sea sólo apoye al que necesita, al menos que no se le ponga en contra. Así, y solo así, cuando el aborrecimiento caiga sobre el que comete la injusticia, y no sobre la víctima, sólo ahí, se acabará el asunto. Mientras tanto, la clase media se queja –que es lo único que hace-; el trostkysmo se pelea con el justicialismo social –que se olvida de los trabajadores cuando es necesario-, los medios se limpian la sangre con un discurso de batalla y una estética de muerte… y los trabajadores siguen solos cagados de bronca, rabiosos, impotentes, algo hambreados… pero dignos.

De la “Dignidad de los nadies” a la Dignidad de los trabajadores.

                Es largamente conocido que hace unos meses, el “caos de tránsito” dictado por los medios de difusión, habría que traducirlo en “trabajadores desocupados, en protesta, cortando calles y autopistas”. Parecía que el mundo se acababa. Pero a la vez, podía percibirse que algo más se ocultaba detrás y que nadie contaba. O muy pocos. Caos de tránsito, a secas, si decir nada más, suena a algo inexistente que lo produce. Esa inexistencia podría decirse que es “Nadie”.
                Creemos desde estas páginas, que no fue así. Y nos proponemos explicar, que hay algo más que “caos de tránsito”, mucho más importante inclusive, si hacer alusión a que había personas que no querían perder su puesto de trabajo, ¡oh casualidad!, justo cuando a nivel mundial existe una crisis financiera.
¿Que pasó?
Resulta que en medio de una emergencia sanitaria dictada por el gobierno nacional, cuando en pleno auge estaba la gripe H1N1 (Gripe A o Porcina); un grupo de trabajadores y trabajadoras, solicitó a una empresa de alimentos que le diera licencia a algunos trabajadores que estaban contagiados y a un grupo de trabajadoras que son madre, por representar un “grupo de riesgo”. La empresa en donde trabajaban era la de galletitas, fideos y otros productos alimenticios (KRAFT, ex Terrabusi). Dicha empresa cuyo dueño es la segunda persona más rica del mundo, y es estadounidense, se negó a dar licencia a esos trabajadores y trabajadoras, y no sólo eso, sino que a esos que protestaron porque no les dieron las licencias obligatorias por ley, los echaron. Aquí comienza el gran conflicto. Los compañeros trabajadores no aceptaron esto, y haciendo efectiva la solidaridad de compañero de trabajo, pararon la producción de la fábrica. Esto les valió nuevos despidos por ser solidarios, pero el compañerismo fue más fuerte, y se sumaron más y más y más... ¡Cuántos deberían aprender de ellos!, ¿no?.

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Por estos hechos se dieron los cortes, ya que el organismo gubernamental que debe defender a los trabajadores -el Ministerio de Trabajo- hizo nada por ellos y, encima, los medios de difusión “independientes”, tampoco informaban de la situación. Fue por esto, que los trabajadores rodeados de organizaciones políticas, estudiantiles, sociales y de derechos humanos, realizaron los cortes que los medios de difusión informaban como “caos de tránsito”. Así, pudieron hacer oír su voz, así era la única forma que les quedaba. Ellos, luchando por sus derechos en la calle, nadie mas ni mejor para defenderse que los propios trabajadores organizados. Así fué que dejaron de ser “nadies” para la sociedad, y pasaron a ser Trabajadores. Dignos trabajadores, herederos de aquellos que toman en sus manos la defensa de sus derechos. Trabajadores dignos, que empiezan a surgir, y que será dificil que los censuren.
La pelea hoy.
Llegan al día de hoy estos trabajadores, con muchas triunfos y algunas derrotas. Triunfaron porque pudieron reincorporar a más de 70 trabajadores y a su Comisión Interna, ganándole así una pulseada a la empresa, a un sindicalismo que defiende a la empresa y no a los trabajadores y a un gobierno nacional y provincial que es cómplice por sus silencios y por mandar a reprimir con la gendarmeria y la policia bonaerense y dejar que la fábrica se transforme en un centro de detención de trabajadores.

                   Triunfaron porque rompieron el silencio cómplice de los medios. Triunfaron porque se ganaron el respeto de ser dignos. También tienen algunas derrotas, la primera es la firma de un acta por parte de un sector de la Comision Interna, que aceptaba 50 despedidos y no poder hacer asambleas, acciones directas ni nada, por 60 días. Sin dudas, un grave error y un duro traspié, sumado a que, aparentemente, habrían ido en contra de lo decidido por la mayoria de los trabajadores.
                A pesar de esto, el gran triunfo fue (o, mejor dicho, es), que los trabajadores de Kraft, ex Terrabusi, demostraron al conjunto de la clase trabajadora argentina, que la única pelea que se pierde, es la que se abandona. Demostraron la tremenda fuerza que tienen los trabajadores cuando deciden un objetivo, como los trabajadores de la Fábrica Zanon Bajo Control Obrero. Hace una década, estaban sin trabajo, hoy por su lucha, tienen una fábrica en funcionamiento hace 9 años. Y ahora se proponen disputar en todos lados, formando una organización a nivel nacional, que pueda pelear verdaderamente por los derechos de los trabajadores. Un ejemplo a seguir, y a apoyar.
¡Salud, Proletarios!