martes, 22 de diciembre de 2009

¿¡Que hay de nuevo viejo!?


          Pareceria que la célebre frase del Conejo de la Warner, viene como anillo al dedo a este gran momento del despertar de los trabajadores. Despertar en el mejor de los sentidos. Despertar del sueño setentista. Despertar y ser protagonistas. Es que la segunda parte del año se la pintaba como la vuelta de la derecha al poder, porque “a la izquierda del Gobierno, está la pared” decía un lenguasuelta desprevenido; obviamente, con el gobierno, nombraba a todos los que en su momento y en la actualidad, le sirven de bastón para sostenerse, los sindicalistas, que hace rato largo, no aparecen por su trabajo y no parecerían tener intenciones de largar el cómodo sillon ubicado en una oficina, o en su defecto, dejarlo por unas horas para aparecerse en alguna marcha diciendo “queremos escuelas públicas de calidad, para que haya escuelas privadas de calidad”; se olvidan esos dirigentes, -o lo ocultan, peor- que “lo privado” existe, porque lo sostiene lo público. ¿Acaso quieren hacernos creer que no es así? ¡Hipócritas! Les diría cualquier luchador honesto. Acá no queremos poner bomba a nadie, pero tampoco nos vamos a quedar cruzados de brazos; ya lo decíamos  en el “¿Qué es esto?” del mes pasado


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         Vamos a hacer política, está claro. Sin intenciones de hacer partidismo, eso también está claro. Hacemos política desde el momento en que decimos “no vamos a hacer política”, es el caso del peronismo cuyo lema “del trabajo a la casa, y de la casa al trabajo” es un resúmen de las intenciones que tenía y tuvo ese movimiento en el que por tantos años los trabajadores se vieron representados. Se ven representados. Pero, como deciamos antes, algo está pasando por abajo, esta como oculto aún. Y cuándo no, lo quieren ocultar, tapar, enterrar. Pero se ve que no pueden. Y no van a poder. Intentaron recientemente, con los trabajadores de Kraft y la brutal represión policiaca,avalado desde lo gubernamental y tambien desde lo sindical, cuando Moyano dijo “son de ultraizquierda” y Anibal “el que se lava las manos” Fernandez dijo “habría que tomar una decisión mas firme”. Y Scioli mandó la Policia. Alguien se preguntará “¿Y la conducción de la 'zurda loca' de la CTA?”, le responderan los propios trabajadores “la estamos esperando”. Cabe acotar que fueron a hacer una denuncia a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que es como la CGT de Moyano, pero con nivel internacional. “Mas pro”, dirían los pibes...
         La cosa es que algo está pasando con los denominados burocratas sindicales (son aquellos que hace mucho mucho tiempo, viven del trabajo de otros), porque no pueden “contener” a los trabajadores, o porque se desafilian cada vez más (como en el caso del SUTEBA) o empiezan a organizarse por su cuenta (como en el SUBTE), o hechan a patadas a esos burocratas )como los trabajadores ceramistas, encabezados por los trabajadores de la fábrica “Zanon Bajo Control Obrero”-FaSinPat-). No es casual que nombremos a estos últimos, ya que recientemente, los dirigentes mas importantes del sindicato, han realizado algo historico, que los marca como fenomenales ejemplos de luchadores: volvieron a trabajar a la fábrica para ganarse el pan y dejaron los puestos sindicales, pero no para irse a descansar, sino para seguir peleandola, pero desde otro lugar. Ya, tiempo atrás, incluso el año pasado, en otras sectores menos conocidas hubo importantes luchas por su resultado y por la experiencia que dejó: la vidriera Pilkington (de parabrisas y vidrios de automoviles, la única del país), la papelea Indugraf, FP.
        Por su parte, los docentes hacen paros, mas allá de la decisión y la grave acusación de la dirección CELESTE, de ser “paros de derecha”, los paros para exigir un salario acorde a la inflación galopante. Está mas que claro, que los que son de derecha es esa conducción, que cada vez, expulsa mas trabajadores del sindicato, cada vez defiende menos sus intereses, y no tiene representatividad ni a nivel seccional, y a nivel provincial se la empieza a cuestionar. Las últimas elecciones a Consejeros Generales así lo demuestran:

En San Martín:
Lista 1 FGDB 31,95%
Lista 2 UyPD 14,89%
Lista 3 Multicolor 53,15%

Perdieron por el 21,2%, y el 67% los rechazó
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En Tres de Febrero:
Lista 1 FGDB 35,66%
Lista 2 UyPD 18,81%
Lista 3 Multicolor 45,52%

Perdieron por el 9,86%, y el 65% los rechazó
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A nivel provincial:


Lista 1 FGDB 52% Lista 2 UyPD 21% Lista 3 Multicolor 23%

Ganaron, pero en comparación a la anterior eleccion de mismas caracteristicas perdieron mas del 10% de los votos. Teniendo en cuenta que el FGDB, nuclea a 4 sindicatos, mientras que las otras listas, solo son del SUTEBA
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¿Y ahora que pasa?
Con todos estos datos objetivos de la realidad, sumado a la importante cantidad de jóvenes estudiantes secundarios y universitarios que comienzan a ser críticos, y cuestionan quizá con mas fundamentos que hace 10 años, dada el fácil y rápido acceso a la informacion, cuyo eje central está en la INTERNET, podemos preguntarnos lo que el grupo Punk “Los Violadores” hicieron canción “Y ahora que pasa, eh? (…) nos quieren trasnformar, no lo lograran”. Lo cierto es que, no sabemos que va a pasar, podemos si en cambio, apostar a que cada vez, haya mas participacion, que la apatia pierda, y gane la participacion. Que la critica, sea el principal elemento para lograr lo que tantos años lleva en curso, y pareceria que ya no es solo “piquete de desocupados”. Los cortes de ruta -que tanto molestan a la “gente bien”- son simpáticamente visto por otros trabajadores que son violentados en su trabajo cotidiano, al que tienen que concurrir “colgando del tren como racimos” a sus trabajos. Es por esto, que desde este espacio, vemos con mucha alegria todo ese sector que comienza a surgir, organizadamente con un horizonte claro, antiburocratico, antipatronal (sea del campo o de la ciudad) cuyo objetivo fundamental, es la eliminación de la explotación del hombre por el hombre. En este sentido, es la recientemente expropiada Ceramica Zanon-Fa.Sin.Pat, un ejemplo a seguir para nosotros, y para toda la clase obrera y la juventud explotada.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿A nueve pasos de la utopía?


Tengo dos recuerdos, últimamente. Uno, lejano y personal; otro, cercano y ajeno, artístico. Pero ambos se relacionan con el trabajo y la lucha, con el pensamiento y la concepción de la vida. El primero, lejano en el tiempo pero mío, refiere a un hombre que conocí hace muchos años, cuando era un muchacho. El hombre, añoso y arrugado como un árbol, tenía más años que el tiempo, guardaba para cada pliegue una anécdota. A mí, que me gustaba la discusión y me gustaba pelear como a cualquier pibe que es curioso, me encantaba charlar con el buen hombre, viejito y corvado, pero de buenas ideas para el debate y mejor gusto para el vino. Así, hablando entre mate y mate de las luchas obreras y los sindicatos (que yo conocía tangencialmente y mal), de paros y revueltas, de cortes y quites y mesas de diálogos y paritarias –supongamos-, el hombre me dijo estas pocas palabras: “mirá, pibe. Acá la cosa la caga Perón. Cuando nosotros estábamos metidos, la cosa era distinta. Muy distinta. Nada de charlar, nada de darle al patrón la posibilidad de convencernos. Nada. Nos aumentaban el tranvía 20 centavos, ¡pum!, bomba. Lo volvían a aumentar, ¡pum!, bomba. A la mierda, no aumentaban. Y el trabajador viajaba barato. Así, pibe, así se hacen las cosas”. Su sangre ácrata, su insurgencia constante, motivaba a cualquiera. Y, ante todo, su constante solidaridad con el trabajador, con el perseguido, con el desposeído, con el maltratado, con el desposeído. El otro recuerdo, cercano, artístico, refiere a la película “Los traidores” de Raimundo Gleyzer, en la cual narran el ascenso y caída de un pope del sindicalismo burocrático y cómo en el final del camino, cuando ya alcanzó su punto cúlmine, lo último que recuerda es el bienestar de sus pares y se amolda a la corrupción del poder, al “bien pensar” de la comunidad. “Éste sí que la hizo”, podría ser el pensamiento de cualquier pelma mediocre, de mente acotada y cegada por el dinero y lo material. “Ése” que la hizo, la hizo sobre la sangre de los hombres que realmente lucharon para conseguir un reconocimiento de la importancia, el valor y el peligro que representan los hombres comunes, obreros, trabajadores. Da asco ver cómo la base se realiza sobre los compañeros y luego, cuando el resorte los expulsa arriba, se desentienden de los que, abajo, sufren. “Es por el bien del sindicato, compañero”.  Esa frase es muy común entre quienes responden a los sindicatos tradicionales.  El Sindicato, esa familia de extraños y enormes brazos, de tentáculos incontenibles, laberínticos, que se pierden en los oscuros pasillos de los edificios públicos.  Esa estructura donde el hombre establece lazos que lo atan, que lo amarran, que lo comprometen. Esa estructura familiar que no permite al individuo ser per se, sino ser lo que deben ser o lo que se les pide que hagan.




¿No resulta, aun para las mentes menos brillantes,  una obviedad, un contradicho, siendo sindicato depender de la patronal –en su cuota sindical, en la “legalidad”, en lo que fuera…-? ¿Es un sindicato una secretaría del ministerio de trabajo?. ¿Necesariamente?. Perón la cagó, le decía el viejo a un muchacho. Y sí, en cierto punto, sí. Los prohijó, los acaparó, los anuló. No se puede negar, sensatamente, el valor que ese peronismo dio a los trabajadores y quizás, no hubo otro momento histórico donde los trabajadores tuvieron tantos privilegios y bondades (no los libertarios, no quienes tenían una idea a largo plazo,  un concepto por el cual se movían, no a los que pensaban que la historia se construye en la libertad y no en el mandato; pero al trabajador se lo benefició). Sindicato, hoy, es el punto de quiebre donde toda negociación se rompe. Pero los indicios, esos pequeños resquicios de luz que joden, que provocan, que hacen saltar la térmica de los jerarcas, hacen suponer que aún es posible pensar en sindicatos de trabajadores reales.  En individuos cuyo altruismo provoque, inevitablemente, el bien común y no el personal y/o patronal.  Quizás suene algo utópico y terminen siendo absorbidos por el establishment sindical. Pero siempre pienso en lo que Osvaldo Bayer dice; algo así como que el camino de la utopía es el único camino posible. Exactamente, cito: “… el único futuro posible está en la lucha por lo que se cree imposible, que es nada menos que poner de relieve la bondad del ser humano, que existe. Ponerse a caminar y aprender lo bueno de los revolucionarios y corregir sus equivocaciones. Eso es la utopía. Si logramos dar diez pasos de aproximación a ella, ya justificaremos nuestro viaje por la vida”.

¿Escuela? ¡¡¿Para qué?!! (II), por Germán Wladimirovich







                El primer número de “2-pala” fue conmocionante. Los lectores comenzaron a debatir y a criticar y, de alguna manera, aportaron sus ideas. A mí, caótico lector y pésimo escribiente, me había quedado la duda sobre un artículo de esa ediciónVer.http://2-pala.blogspot.com/2009/09/escuela-para-que-la-organizacion-de-las.html#comments
                Aquel artículo planteaba, desde el comienzo algunas ideas de combate. En referencia a la ONU, dice que “todos los adolescentes, sin importar sexo, credo, color, etnia, etc.; tienen derecho a recibir una educación para desarrollar sus capacidades creadoras, relacionarse con otros, y conocer su historia” “y si no está de acuerdo con ella, CAMBIARLA”... claro que esto último no lo dice, pero nosotros creemos que debería agregarlo.” Una idea absolutamente cierta. Creo en eso.  Pero esa idea, esencialmente, tiene algunos puntos conflictivos. Decir que los jóvenes deberían cambiar la institución escolar es un deseo de libertad y acción que manifiesta una enorme voluntad de cambio. Sin embargo, la realidad es un proceso y, como tal, no podemos considerarlo en estos términos. Es como suponer que, por generación espontánea, pudiera lograrse la paz y justicia mundial. La educación tiene que construirse y no son quienes la reciben los que están en condiciones de realizar el cambio. Justamente, porque para poder cambiar algo hay que conocerlo, hay que saber manejarlo, con los recursos técnicos, teóricos y personales que brinda, justamente, la educación. Digamos, para cambiar algo hay que conocer cómo lo hicieron otros. Sin educación (la formal, la que está, la que es), no podríamos cambiar la educación. No podría el hombre mejorar si no conoce al Hombre. No puede alguien desarrollar la cura de algún mal sin antes estudiar medicina. El resto es magia y la magia no existe, no es, el milagro es para los débiles para los que no creen en la fuerza del hombre y no son responsables de sus actos. El individuo debe valerse de sus propias herramientas para cambiar la realidad, para modificar la naturaleza de la forma que le resulte más conveniente a él y a toda la sociedad. Somos individuos que convivimos con otros y que debemos conocer al otro para lograr aquel principio de Confucio que reza “donde hay educación no hay distinción de clases”. Esto se logrará antes y mejor si, en lugar de cambiar espontáneamente la educación, la incorporamos, conocemos sus secretos y esencia, para luego, sí, fortalecidos por el Saber, provocamos el cambio, empezando por nosotros mismos. Si no sabemos quién o cómo “creó” la institución escolar, cuáles fueron sus principios, sus motivaciones, su contexto ¿cómo podríamos cambiarla?. Si dejamos que “ellos” vayan a la escuela sólo les dejaremos el camino libre para que se hagan más poderosos. Finalmente, digamos, entonces, junto al poeta alemán Wolfgan Goethe “podrían engendrarse hijos educados si lo estuvieran los padres”. ¿Cómo educar a alguien si no estamos educados nosotros?.
Toda institución es represiva. Más cuando hablamos de una institución conservadora y cerrada, herramienta del poder estatal, como es la escuela. El poder (el amo, en términos histórico-sociales) impone las normas de esa institución de acuerdo a sus fines e intereses. La historia nos ha enseñado claramente esto. El imperio romano, luego de la sangre y las armas, imponía sus academias; la conquista española, trajo espadas y cruces, en ese orden; la generación del ´80 creó una educación elitista, pensada para los futuros gobernantes en términos economicistas y europeizantes. Todas esas escuelas fueron pensadas con objetivos estrictos y específicos. Los noventa nos destrozó la escuela técnica, porque el trabajo productivo no era su objetivo primario, naturalmente. La falta de exigencia y el ablandamiento fueron una manera de debilitar el principio de esfuerzo y trabajo que rige en todo proceso (educativo, científico, revolucionario, político, económico, sentimental…). La mejor manera de liberarse es aprender aquello que nos oprime, sin ese conocimiento, sólo lograremos el choque y el golpe de la fuerza represiva. Ante ese golpe resistiremos pero no lograremos modificarlo porque las fuerzas del estado represor siempre serán consensuadas por la realidad, aceptadas por la mayoría. Hacerse flexible para no romperse, para no quebrar. Y la educación formal, la que nos imponen, guarda los secretos más valiosos para comenzar ese proceso. La información tapa la información. Es difícil procesar todo el saber que hoy tenemos, porque no tenemos las herramientas necesarias del conocimiento base. No podremos, creo, conocer la historia si no la estudiamos.
Creo que sí, que esta escuela, conformada por personas como el autor de la nota tiene posibilidades de transformarse en una entidad que tenga valía social, que permita mejorar al hombre como individuo en su inevitable función social. El individuo es parte de una sociedad que se constituye a partir de una historia que es obligación conocer. Y es responsabilidad de cada uno educarse en esa sociedad, conocerla, saber sus enigmas para poder cuestionarla en los términos que esa sociedad le plantea, para poder, finalmente, dar el salto al gran cambio necesario que traiga el bien común. Ése, creo, es el primer paso a la utopía.
No puede el hombre suponer la posibilidad del cambio si no conoce que existe esa posibilidad; no puede el hombre cambiar la escuela (ni nada del mundo material) en su soledad arbitraria. Suponer que podemos modificar la realidad según nuestro capricho es magia, es milagro. Entender eso es crear un mundo de seres caprichosos que en su libre albedrío creen que radica su libertad. Y la libertad es responsabilidad, es esfuerzo y memoria. No aprender es olvidar y no podemos permitir, bajo ningún punto de vista, el olvido. Nuestra historia no nos perdonaría ese acto de cobardía.
 En el debate abierto surgen los mejores aprendizajes. Si no hubiéramos aprendido, amigo, no podríamos discutir. Si alguien, en algún momento, no nos hubiera enseñando algo no podríamos discutirlo. Cambiemos la escuela aprendiendo mucho más de ella. Cambiemos la realidad tomando todo lo que ella es, pero, para eso, aprendamos que no somos más que un engranaje del gran sistema que nos obliga a aprender que no somos tan omnipotentes para suponer que nuestro deseo es el único que conviene. Destruir la infamia, el milagro y al tirano es el principio que guía la libertad, saber que somos capaces es el inicio de la marcha. El proceso es largo, agotador, lleno de piedras que intentan hacernos creer que lo fácil es lo válido. Pero el cambio es un proceso en marcha, mientras alguien piense que se puede cambiar.