El primer número de “2-pala” fue conmocionante. Los lectores comenzaron a debatir y a criticar y, de alguna manera, aportaron sus ideas. A mí, caótico lector y pésimo escribiente, me había quedado la duda sobre un artículo de esa ediciónVer.http://2-pala.blogspot.com/2009/09/escuela-para-que-la-organizacion-de-las.html#comments
Aquel artículo planteaba, desde el comienzo algunas ideas de combate. En referencia a la ONU, dice que “todos los adolescentes, sin importar sexo, credo, color, etnia, etc.; tienen derecho a recibir una educación para desarrollar sus capacidades creadoras, relacionarse con otros, y conocer su historia” “y si no está de acuerdo con ella, CAMBIARLA”... claro que esto último no lo dice, pero nosotros creemos que debería agregarlo.” Una idea absolutamente cierta. Creo en eso. Pero esa idea, esencialmente, tiene algunos puntos conflictivos. Decir que los jóvenes deberían cambiar la institución escolar es un deseo de libertad y acción que manifiesta una enorme voluntad de cambio. Sin embargo, la realidad es un proceso y, como tal, no podemos considerarlo en estos términos. Es como suponer que, por generación espontánea, pudiera lograrse la paz y justicia mundial. La educación tiene que construirse y no son quienes la reciben los que están en condiciones de realizar el cambio. Justamente, porque para poder cambiar algo hay que conocerlo, hay que saber manejarlo, con los recursos técnicos, teóricos y personales que brinda, justamente, la educación. Digamos, para cambiar algo hay que conocer cómo lo hicieron otros. Sin educación (la formal, la que está, la que es), no podríamos cambiar la educación. No podría el hombre mejorar si no conoce al Hombre. No puede alguien desarrollar la cura de algún mal sin antes estudiar medicina. El resto es magia y la magia no existe, no es, el milagro es para los débiles para los que no creen en la fuerza del hombre y no son responsables de sus actos. El individuo debe valerse de sus propias herramientas para cambiar la realidad, para modificar la naturaleza de la forma que le resulte más conveniente a él y a toda la sociedad. Somos individuos que convivimos con otros y que debemos conocer al otro para lograr aquel principio de Confucio que reza “donde hay educación no hay distinción de clases”. Esto se logrará antes y mejor si, en lugar de cambiar espontáneamente la educación, la incorporamos, conocemos sus secretos y esencia, para luego, sí, fortalecidos por el Saber, provocamos el cambio, empezando por nosotros mismos. Si no sabemos quién o cómo “creó” la institución escolar, cuáles fueron sus principios, sus motivaciones, su contexto ¿cómo podríamos cambiarla?. Si dejamos que “ellos” vayan a la escuela sólo les dejaremos el camino libre para que se hagan más poderosos. Finalmente, digamos, entonces, junto al poeta alemán Wolfgan Goethe “podrían engendrarse hijos educados si lo estuvieran los padres”. ¿Cómo educar a alguien si no estamos educados nosotros?.
Toda institución es represiva. Más cuando hablamos de una institución conservadora y cerrada, herramienta del poder estatal, como es la escuela. El poder (el amo, en términos histórico-sociales) impone las normas de esa institución de acuerdo a sus fines e intereses. La historia nos ha enseñado claramente esto. El imperio romano, luego de la sangre y las armas, imponía sus academias; la conquista española, trajo espadas y cruces, en ese orden; la generación del ´80 creó una educación elitista, pensada para los futuros gobernantes en términos economicistas y europeizantes. Todas esas escuelas fueron pensadas con objetivos estrictos y específicos. Los noventa nos destrozó la escuela técnica, porque el trabajo productivo no era su objetivo primario, naturalmente. La falta de exigencia y el ablandamiento fueron una manera de debilitar el principio de esfuerzo y trabajo que rige en todo proceso (educativo, científico, revolucionario, político, económico, sentimental…). La mejor manera de liberarse es aprender aquello que nos oprime, sin ese conocimiento, sólo lograremos el choque y el golpe de la fuerza represiva. Ante ese golpe resistiremos pero no lograremos modificarlo porque las fuerzas del estado represor siempre serán consensuadas por la realidad, aceptadas por la mayoría. Hacerse flexible para no romperse, para no quebrar. Y la educación formal, la que nos imponen, guarda los secretos más valiosos para comenzar ese proceso. La información tapa la información. Es difícil procesar todo el saber que hoy tenemos, porque no tenemos las herramientas necesarias del conocimiento base. No podremos, creo, conocer la historia si no la estudiamos.
Creo que sí, que esta escuela, conformada por personas como el autor de la nota tiene posibilidades de transformarse en una entidad que tenga valía social, que permita mejorar al hombre como individuo en su inevitable función social. El individuo es parte de una sociedad que se constituye a partir de una historia que es obligación conocer. Y es responsabilidad de cada uno educarse en esa sociedad, conocerla, saber sus enigmas para poder cuestionarla en los términos que esa sociedad le plantea, para poder, finalmente, dar el salto al gran cambio necesario que traiga el bien común. Ése, creo, es el primer paso a la utopía.
No puede el hombre suponer la posibilidad del cambio si no conoce que existe esa posibilidad; no puede el hombre cambiar la escuela (ni nada del mundo material) en su soledad arbitraria. Suponer que podemos modificar la realidad según nuestro capricho es magia, es milagro. Entender eso es crear un mundo de seres caprichosos que en su libre albedrío creen que radica su libertad. Y la libertad es responsabilidad, es esfuerzo y memoria. No aprender es olvidar y no podemos permitir, bajo ningún punto de vista, el olvido. Nuestra historia no nos perdonaría ese acto de cobardía.
En el debate abierto surgen los mejores aprendizajes. Si no hubiéramos aprendido, amigo, no podríamos discutir. Si alguien, en algún momento, no nos hubiera enseñando algo no podríamos discutirlo. Cambiemos la escuela aprendiendo mucho más de ella. Cambiemos la realidad tomando todo lo que ella es, pero, para eso, aprendamos que no somos más que un engranaje del gran sistema que nos obliga a aprender que no somos tan omnipotentes para suponer que nuestro deseo es el único que conviene. Destruir la infamia, el milagro y al tirano es el principio que guía la libertad, saber que somos capaces es el inicio de la marcha. El proceso es largo, agotador, lleno de piedras que intentan hacernos creer que lo fácil es lo válido. Pero el cambio es un proceso en marcha, mientras alguien piense que se puede cambiar.
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